LA MAGNIFICENCIA DEL DIA DE KIPUR
“ El eterno es mi luz y mi salvación(salmo27.1)
El Eterno es mi luz… en Rosh Hashaná
y mi salvación…KIPUR ( Midrash)

Aún éste siente la necesidad de manifestar su
identidad judía por más desvinculado que esté, uniéndose a todo el
pueblo congregado en la sinagoga.
Cada hijo de Israel, descendiente de
Jacob, llamado Israel, posee una centella del alma de Jacob- Nefesh
Yaacov- la centella de la verdad de la Torá que Yaacob personificó.
Aunque por sus múltiples faltas por su alejamiento del Judaísmo, el
judío haya podido ahogar en sí esa centella sagrada, jamás podrá
extinguirse completamente.
En el día de Kipur, un soplo nos llega de las
más altas esferas espirituales iluminando nuestro espíritu y
ayudándonos a rechazar las seducciones de una vida “libre” de las
exigencias del Judaísmo, sin el freno moral que nos impone. Este soplo
aviva nuestra centella perpetua. Su efecto es variable. A ciertos
individuos les exhorta a redoblar de fervor, a sostener su elevación, a
otros sólo les produce un empuje fugaz, algo para calmar una conciencia
inquieta, un simple entusiasmo que se disipa después de Kipur. Todo
depende del ardor con el cual nos hemos preparados para acoger ese soplo
providencial a fin de avivar nuestra llama judía, gracias a nuestra
comprensión del valor de este gran día y de su alcance.
Leemos en la
Misnhá Yomá( cap. 8): Dice Rabí Akivá: Sois dichosos, Israel. Ved ante
quien os purificáis y quien os purifica. Del mismo modo que el Mikvé (
baño ritual) purifica a los impuros, así D’s purifica a Israel”. El
hecho que Israel se halla vinculado a D’s, permite la desaparición del
pecado. Pues D’s fuente de la perfección, descarta toda imperfección y
toda falta de aquellos que se unen a él.
Comprendamos entonces la
comparación con el Mikvé que por su naturaleza no recibe jamás impureza
por consiguiente a aquellos que se sumergen en él. Sin embargo El perdón
de los pecados de Israel durante el día de Kipur sólo puede operarse si
es precedido de la Teshuvá, del arrepentimiento y de la determinación
de no reincidir. ( Shul’han Aruj pág. 246 y 247)
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