Traición y Perdón
Mi mejor amigo terminó inexplicablemente con nuestra relación. Me enfrenté al desafío de perdonar lo imperdonable.
Fuimos como hermanos durante más de dos décadas.Hasta
que me rompió el corazón. Nunca sentí un dolor emocional tan grande en toda mi
vida. David y yo nos conocimos a finales de nuestra adolescencia. Nos conectamos
de inmediato; compartíamos intereses y hobbies y desarrollamos una profunda
amistad y lealtad.
Yo le
contaba mis pensamientos y sentimientos más profundos, y él hacía lo mismo
conmigo. Visitamos lugares. Pasamos tiempos juntos. Disfrutábamos estar uno con
el otro. Era el tipo de amistad cercana que dura para toda la vida, el tipo de
amistad que es muy difícil de encontrar.
La amistad
sobrevivió el paso del tiempo, vivir en lugares diferentes, el matrimonio, los
hijos, el estrés, las presiones y nuestro crecimiento hasta pasados los 40. Eventualmente
volvimos a vivir en la misma ciudad y la amistad continuó floreciendo durante
muchos años más.
La ruptura
Y entonces,
un día, sin ninguna clase de advertencia, David me llamó y me dijo: “No quiero
que me vuelvas a contactar nunca más por ninguna razón. Yo tampoco me pondré en
contacto contigo. Nuestra amistad ha acabado. No te preocupes, yo estaré bien.
Pero ya no podremos ser amigos”.
Quedé pasmado.
¿Cómo podía
traicionar la amistad, lealtad y confianza que habíamos construido durante más
de dos décadas?
Me preocupé
por David y por su comportamiento tan extraño.
Creí que
probablemente lo había hecho enojar o lo había insultado de una manera muy
grave, pero no recordaba haberle hecho nada. Lo presioné, pero David insistió
en que no se trataba de eso. Pero entonces, ¿de qué se trataba?
Esperé unas
dos semanas y hubo muchas llamadas que no fueron atendidas y emails que no
fueron respondidos. Estaba ignorándome por completo.
Finalmente
le dejé un mensaje de voz muy claro diciéndole que después de todo lo que
habíamos compartido era muy injusto lo que me estaba haciendo. Yo merecía la
cortesía de una conversación cara a cara y una explicación real de lo que
estaba ocurriendo.
Más tarde,
ese mismo día, David me llamó y me pidió que fuera a su casa. Creí que
finalmente iba a lograr entender qué le había pasado a mi mejor amigo. Sin
embargo nada de eso ocurrió. En lugar de dar explicaciones, David me gritó por,
como dijo él, no ser un buen amigo y dejarlo tranquilo.
Él se fue y
yo me quedé llorando durante mucho tiempo, haciendo duelo por nuestra larga
amistad que había muerto sin ninguna razón aparente.
Para mí era
un absoluto misterio. Pensaba y pensaba tratando de descifrar lo que había
pasado, pero no encontraba nada que hubiera hecho mal y David se rehusaba a
discutirlo.
Nuestras
esposas continuaron siendo amigas. Nuestros hijos iban a la misma escuela. Nos
cruzábamos cada tanto. Yo me sentía extremadamente enojado y herido. Era como
si hubiera estado atravesando las etapas de duelo por alguien moribundo.
Necesitaba
perdonarlo, pero no podía; la herida era muy profunda.
¿Perdón?
¿Cómo
comienzas a perdonar a alguien?
Maimónides
nos alienta a ser muy abiertos:
Si alguien es herido por otra persona… debe hacer
que la otra persona sepa que le causó un daño… si le pide perdón, uno debe
perdonarlo (Deut 6:6).
Entonces,
decidí hacer el intento y explicarle a David que me había herido profundamente.
Le escribí algo parecido a esto:
Querido
David:
El hecho que
hayas terminado nuestra amistad de más de dos décadas y especialmente la forma
en que lo hiciste fue extremadamente doloroso. Ni siquiera mostraste apreciación
por la amistad ni expresaste tristeza por tener que terminar con ella. Dado que
te conozco hace mucho tiempo, me sorprende de sobremanera que no te des cuenta
de esto. Quizás quieras reunirte a hablar conmigo de ciertas cosas. La puerta
siempre estará abierta.
David
recibió la carta y me dijo que era un demente y que necesitaba ayuda
profesional. Se rehusó firmemente a disculparse; todo intento de mi parte para
hacer las paces se encontraba con la misma negación de que yo haya hecho algo
malo, pero luego me culpaba de estar loco.
Y así fueron
pasando los meses. A veces nos encontrábamos de improviso, pero simplemente nos
ignorábamos en un incómodo silencio.
¿Cómo
perdonas a alguien que no tiene remordimiento por el dolor que te causó?
La crisis
Esa pregunta
me persiguió durante meses. Sabía que nuestra amistad no volvería; incluso
había dejado de buscar que ocurriera. Pero igualmente me sentía herido. Una
disculpa hubiese hecho maravillas, pero no iba a llegar.
Entonces, un
día estaba en la casa de un amigo y conocí a su hija de cinco años. La niña
miró mi corbata y dijo: “¡Puaj! Odio tu corbata. ¡Es taaan fea!”, y luego se
fue corriendo.
Fue un poco
vergonzoso, pero no me enojé con la niña.
Dos días
después iba caminando por la calle entremedio de una multitud de gente cuando
de repente un vagabundo —que claramente estaba demente— se me acercó y comenzó
a gritarme obscenidades, acusándome de crímenes atroces que supuestamente le
había hecho. Esto también fue un poco vergonzoso, pero simplemente me alejé sin
sentirme herido o insultado.
Entonces
pensé, ¿por qué podía dejar pasar esos insultos sin necesitar ninguna clase de
disculpa pero continuaba esperando una disculpa de David?
La respuesta
era muy clara. Cuando un niño o una persona demente te insultan, sabes que no
tienen control de lo que sale de sus bocas. La mente no está del todo bien,
por lo que sus insultos no terminan siendo insultos verdaderos.
Cuando una
persona no puede pensar bien, ¿cómo puedes enojarte o sentirte insultado o
herido por lo que haga? Sientes pena, no ira.
Comencé a
internalizar que independientemente de cuál haya sido la situación por la que
estaba pasando David cuando terminó abruptamente nuestra relación, era claro
que había estado temporalmente demente; no estaba pensando con claridad.
Me imaginé
que quizás estaba celoso porque ante sus ojos mi vida parecía mejor que la
suya. Quizás estaba frustrado por su falta de satisfacción y sufría de baja
autoestima. Quizás había pensado que, a su edad, iba a estar más avanzado en la
vida de lo que estaba realmente. Quizás estar cerca de mí le recordaba lo que
el creía eran sus defectos. Quizás estaba viviendo una crisis de los cuarenta,
había perdido su equilibrio y olvidó que yo podría haber estado a su lado como
un amigo objetivo y leal. Pero en lugar de eso me convertí en una trágica
víctima. El confiable y leal David de antaño que conocía y amaba no hubiera reconocido
ni muchos menos aprobado la forma en que el nuevo David me estaba tratando.
Si pudiera
comenzar a ver a David como a alguien lleno de dolor y confusión, agobiado por
la falta de claridad al menos en esta área de la vida, podría perdonarlo.
En lugar de
sentirme herido, comencé a sentir compasión y piedad. Luego, un día, le envié
una nota diciendo que lo perdonaba. Punto. Incluso comencé a saludarlo de forma
informal cada vez que nos encontrábamos. Él aceptaba una relación hasta ese
punto.
¿Me siento
cómodo cuando lo veo? No. Pero al menos dejé de sentirme enojado y herido.
Después de
esta dolorosa y aleccionadora experiencia, finalmente comprendí un pasaje de
Maimónides que nunca había entendido:
Si uno fue herido por alguien pero no quiere
amonestar a la persona ofensora ni hablarlo con ella porque el pecado fue muy
pequeño o porque los sentidos de ella no están bien calibrados, pero uno la
perdonó en su corazón… entonces uno ha actuado con piedad (Deut 6:9).
Sé que no
estoy solo. Mucha gente ha vivido un dolor similar y no siempre han recibido
disculpas. Creo que una buena parte del problema es que por una u otra razón el
ofensor es incapaz de pensar con claridad.
Yo no quería
ser como aquellas personas que no se hablan con otra durante muchos años. Gracias
a Dios pude perdonar lo imperdonable.
Iom Kipur,
el Día del Perdón, está llegando. Todos tenemos que aprender a perdonar y
tratar de hacer las paces con quienes no tenemos una buena relación.
Todos
conocemos personas, en ocasiones incluso miembros de la propia familia, que no
se hablan entre sí. Las acciones, las heridas y los insultos han lastimado a
ambas partes y se sienten incapaces incluso de relacionarse nuevamente unos con
otros. Dadas las circunstancias, este comportamiento puede tener sentido
durante un tiempo, pero llega un punto en el que al menos por nuestra salud
mental debemos encontrar un camino hacia la paz y la cordialidad. Puede que la
relación nunca vuelva a ser lo que fue, pero nosotros nos habremos sacado de
encima el dolor y la negatividad, lo cual es sumamente vital para tener una
mente sana.
¿Hay alguien
a quien necesitas perdonar, quien nunca te ha pedido perdón y puede que jamás
lo haga? Este Iom Kipur, ¿puedes encontrar la manera para tener compasión en
lugar de ira por sus errores? Si lo logras, entonces con seguridad será un gran
mérito para que Dios te dé a ti y a todos nosotros un maravilloso y dulce año
nuevo.
El autor
está usando un seudónimo.
Tomado de
aishlatino.como
No hay comentarios.:
Publicar un comentario